Con
la llegada del otoño y el invierno algunas personas pueden sentirse
deprimidas, un fenómeno que se explica con el llamado trastorno afectivo
estacional.
Algunos factores que nos influyen con la llegada
del otoño tienen que ver con que los días cada vez son más cortos y
comienzan a dejar paso a noches cada vez más largas, hay menos horas de
luz y las hojas de los árboles caen al suelo pudiendo dejarnos una
sensación de nostalgia y melancolía, el frío y la lluvia sustituyen al
sol, constituyendo un cambio brusco tras el verano, con días largos y
calurosos, con acaciones y con el descenso o ausencia de
esponsabilidades.
El período de verano supone un paréntesis en
nuestras vidas, así los madrugones, el estrés, las responsabilidades,
las prisas… dejan paso a la vida ociosa, a las siestas, la playa o la
montaña y este período se rompe con la vuelta al trabajo y aún lo
notamos más con la llegada de la nueva estación en que las horas de luz
disminuyen.
El período de verano supone un paréntesis en nuestras
vidas, así los madrugones, el estrés, las responsabilidades, las
prisas… dejan paso a la vida ociosa, a las siestas, la playa o la
montaña y este período se rompe con la vuelta al trabajo y aún lo
notamos más con la llegada de la nueva estación en que las horas de luz disminuyen.
No obstante, estos no son los únicos factores que influyen en que nuestro estado de ánimo no sea el que nos gustaría, pues estos cambios no podrán desestabilizarnos si sabemos hacerles frente con recursos adecuados.
aunque nos sintamos impulsados a responder firmativamente, la respuesta es que no y podemos y debemos buscar tiempo para nosotros mismos, buscar nuestro propio espacio personal.
Es difícil ser feliz si se actúa de modo infeliz.
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